PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
EL BARRIO "LA CARBONILLA" SIN AGUA POTABLE: UN PROYECTO DE URBANIZACIÓN PENDIENTE
Gladys camina tranquilamente mientras se dirige a La Carbonilla, está sobre Añasco y Trelles, a pocas cuadras de dos avenidas importantes: Av. Warnes y Av. San Martín, a medida que avanza señala con la mano el ingreso del barrio. La Carbonilla no está escondida, es imposible pasar por allí y no verla. Pero parece invisible ante los ojos de un Estado que no responde a las necesidades de sus habitantes, incluso de aquellos que sufren las situaciones más precarias.
El barro se adueña de los pocos metros que hay hasta el ingreso, luego todo es asfalto. La música, los gritos de los vecinos que se saludan, los perros que dan la bienvenida y los nenes que juegan en las puertas de sus casas forman el escenario de un típico barrio popular de la Ciudad de Buenos Aires. La Carbonilla es el hogar de más de 6000 familias, hoy más de la mitad está sin agua.
“Los problemas en la presión del agua existieron desde siempre, nosotros mismos, con los pocos recursos que tenemos, comunitariamente hicimos las obras para tener agua corriente, red de energía eléctrica, y red cloacal. Si teníamos que esperar que el Estado nos ayude, aun seguiríamos sin ninguno de esos servicios”, cuenta Gladys mientras saluda a los que trabajan con ella en el Centro Comunitario Irene Bellocchio donde funciona un merendero y se dictan clases particulares y talleres para los vecinos.
Hace 25 años que Gladys vive en La Carbonilla y supo hacerse de una vivienda propia en los tiempos en que todo se estaba formando. Hoy es delegada del Sector 1 del barrio, que se divide en 3 sectores. Si bien sus esfuerzos lograron que su familia tenga un lugar donde vivir, aún debe seguir peleando por conseguir que el Estado cumpla y responda a las necesidades actuales de su comunidad.
Desde junio de 2018 que el sector 1 y 2 no tienen el servicio agua corriente. La fecha coincide con el inicio de la Construcción del Viaducto San Martín que hoy se eleva a pocos metros del barrio. Para ese entonces, La Carbonilla ya contaba con serios problemas con el agua en los tres sectores que la integran y los vecinos sólo podían acceder a ella por la noche. En ese contexto, cargaban baldes y recipientes que tuviesen a mano para recoger el agua que usarían al día siguiente. Una rutina que se repetía todos los días como si fuese un castigo divino.
“Nosotros creemos que la poca agua con la que contábamos, está siendo absorbida por las máquinas que se utilizan para la construcción del viaducto, que además de que nos llenan de polvo y de barro las calles, hacen tanto ruido que los nenes no pueden ni hacer la tarea”, afirma Mirta mientras ordena todo para la próxima comida que brindara en su comedor “Carita Feliz”, ella es delegada del sector 3 que es el que más sufre la invasión de la gran construcción vecina, deben convivir no solo con los ruidos sino también con la cantidad de desechos que expulsan constantemente las maquinas desde las vías.
Al comedor de Mirta se le suman otros comedores, que ante la falta de agua no pueden cocinar, ni dar asistencia alimentaria a los centenares de vecinos que acuden a ellos. Ante los reclamos de la Comisión Directiva del Barrio y sus delegados el Gobierno de la Ciudad resolvió enviarles un camión cisterna a través de la Unidad de Gestión de Intervención Social (UGIS), que muchas veces solo se dirige a un solo sector, dejando sin agua al otro.
“No sabemos si es potable el agua, se ve muy amarilla, pero la tenemos que usar sí o sí porque no tenemos otra fuente. Los camiones nos cargan el tanque desde una manguera que es arrastrada por todo el piso del barrio, al lado de los perros, del barro y el polvo”, se queja Marina mientras termina de preparar la comida que ofrecerá a la tarde en su comedor “El progreso”. Marina también es delegada del sector uno, al igual que Gladys y no se equivoca en dudar de la potabilidad del agua.
“La carbonilla está atravesando una situación crítica con respecto al agua potable, el agua que brindan los camiones cisterna no es agua potable, porque el agua potable es la que se distribuye mediante un sistema presurizado con determinados niveles de presión que te garantizan la calidad del agua. Además nosotros hicimos un relevamiento en el barrio donde pudimos constatar que en los sectores donde sí hay agua, las presiones son muy bajas”, explica la Ingeniera Eva Koutsovitis que forma parte de Observatorio del Derecho a la Ciudad y es Coordinadora de la Cátedra de Ingeniería Comunitaria de la UBA.
Ya sea por la falta de presión de la red o por el agua no segura de los camiones cisterna, las familias de La Carbonilla sufren el riesgo de estar tomando agua contaminada, de esta manera el Gobierno de la Ciudad quiebra la Ley de Gestión Ambiental del Agua de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires , que establece que la ciudad debe garantizar “a todos sus habitantes el acceso al agua potable en cantidad y calidad suficientes para usos personales y doméstico como derecho humano fundamental”.
Pero la imposibilidad que hoy tienen los habitantes de La Carbonilla de acceder a agua de calidad y en cantidad deviene de un problema aún mayor: La falta de urbanización del barrio.
En este sentido, existen un conjunto de leyes locales y nacionales que se están incumpliendo. A esto se suma la ausencia del Instituto de Vivienda de la Ciudad, organismo que por Ley N° 1.251 tiene la obligación de planificar la urbanización de villas, según los vecinos jamás en la historia del barrio se hizo presente, a pesar de que en reiteradas ocasiones se solicitó su ayuda para avanzar con la urbanización. De hecho aún se mantiene en silencio, no emitió respuesta alguna cuando se lo acudió para conocer el porqué de su ausencia.
“La ministra de Desarrollo Humano y Hábitat de la Ciudad, Guadalupe Tagliaferri, vino a visitar el barrio en 2018 y está al tanto de la situación, lo recorrió, le presentamos una carta con las necesidades básicas del barrio y nunca más respondió. Estamos preocupados, no sabemos qué va a pasar con nosotros”, afirma Mirta entre el enojo y la angustia.
El abogado y presidente del Observatorio de la Defensa de la Ciudad, Jhonatan Baldiviezo sostiene que los terrenos de La Carbonilla ya son nacionales y no es necesario que los expropien para iniciar la urbanización, además de que las condiciones son muy favorables, el proceso se llevaría adelante con muy bajo costo y sin una alta complejidad, por lo que existe una mayor obligación del Gobierno Nacional y de la Ciudad para avanzar cuanto antes.
“El problema que tienen hoy los vecinos con la falta de acceso al agua se solucionará de fondo solo si se urbaniza, es evidente que la falta de urbanización del barrio es meramente por falta de voluntad política”, declara Jonathan quien viene trabajando hace tiempo con los vecinos de La Carbonilla en la búsqueda de respuestas por parte del Estado.
“Ahora nos enteramos que quieren hacer talleres ferroviarios, lo que empeoraría la situación porque estos pueden generar un juntadero de ratas. Nos gustaría saber cómo van a integrar el barrio al proyecto del viaducto nuevo que están construyendo, porque las
construcciones nos están ganando terreno, cada vez tenemos menos espacio. No solo estamos sin agua, y a veces sin luz, sino que ahora también nos vamos a quedar sin casa porque quieren construir sobre nosotros”, expresa Mirta al borde del llanto, viendo como sus nenas juegan al lado del barro que expulsan las máquinas y son testigos del abandono que sufre su familia.
En los actos del gobierno de la ciudad realizados por motivo de los avances en la construcción del viaducto se dijo orgullosamente: “Esta obra es un ejemplo de lo que podemos hacer trabajando en equipo obreros, contratistas, Gobierno de la Ciudad y Gobierno Nacional”, la pregunta es entonces ¿Por qué no se trabaja de igual manera para cambiar la calidad de vida de las más de 6000 familias que viven en “La Carbonilla”?
La desidia del Estado es una constante en la historia del barrio y la tarea de acompañar a estas familias para que puedan vivir cada día mejor y con pleno reconocimiento de sus derechos como ciudadanos aún sigue siendo una deuda histórica.